Doce hambres

 
 

Antoñete, doce años
de punzante sobriedad,
de "¡espabílate, hijo mío,
que si no no crecerás!"
con su saco fiel al hombro
ha salido a caminar.
A no hacerse una barquita
que navegue por un caz,
a no mirar los almendros
que floridos, sólo, están,
a sí ver qué es lo que cae
y luego filosofar.

Antoñete, doce años
de imposible saciedad,
tan sola ve una gallina
que hasta el saco se le va
en arranque incontenible
a engullirse aquel manjar.
Y el saco le arrastra, casi,
de tan rápido que va.
Engullida la gallina
arranca, el chico, a volar
y ahora el saco es el que, casi,
no puede seguir detrás.

Antoñete, doce años
de más bostezos que pan,
masa de sudor y polvo,
piensa en detenerse ya
cuando lo hace sin saberlo
viendo a lo lejos brillar
mil tricornios colosales
por cima de lo demás.
Cuando dos, no mil, tricornios
se le hacercan a indagar
dónde está su campamento
y a dónde por allí va,
su fiel saco temeroso
se esfuma por un zarzal.

Antoñete, doce años
de fingir y de jurar,
sólo busca a un hermanillo
que no saben dónde está
desde que hace muchas horas
se fuera al rio a nadar.
Así lo jura a "don Guardia"
con tanta solemnidad
que los muertos de Antoñete
de orgullo reventarán.
Pero la "occisa" gallina,
que bien "occisa" no está,
asoma en aquel instante
su espanto por el zarzal.

Antoñete, doce años
de temer y de esquivar,
jamás la gallina ha visto
ni sabe de quién será.
Sí sabe que las gallinas
cuando se sienten muy mal
se meten por los zarzales
para poderse rascar.
Si el de gafas es soltero
el bigotudo es sagaz
(que en esto es la benemérita
distinta de los demás)
y es el segundo (don Guardia)
el más duro de pelar.

Antoñete, doce años
de silvestre voluntad,
a "don Guardia" no convence
y comienza a flaquear.
Pero ¡Dios sea loado!
comparece don Pascual
quien su gallina recoge
y al muchacho se la da,
porque el hambre de un chicuelo
más clama que la verdad.
Reverencias de Antoñete,
emoción en don Pascual,
aceptación de los guardias
y Antoñete que se va.

Antoñete, doce años
de confiarse al azar,
se aleja, misión cumplida,
sin odio a la humanidad
en este día en que puede
ya un rato filosofar.
Se hará una barquita grande
y vendrá por un canal
con un almendro florido
que, gozoso, plantará
en el campamento triste
¡y todos se alegrarán!
Hasta su madre, un poquito
(que preso su padre está.)

Antoñete, doce años
y diez hermanillos más.