Dolores ahogada

 
 

Baila que baila en el río,
estrella con cascabeles.
La noche se va a la cueva.
Por la mar el día viene.

Una pizca de sal fina
llega al mundo bajo el puente
a la que la estrella baja
a despertar a los peces.
La estrella se para un soplo
a darle un beso en la frente
y con el beso su embrujo,
su brillo y sus cascabeles.
Al asperjarla en el agua,
según el rito lo quiere,
ondulaciones de náyade
por la entraña se le meten,
y el viejo genio del río
que en su epidermis la siente,
enigmático la mira
y siglos rejuvenece.
Hasta se altera un instante
la imperturbable corriente:
la de arriba se apresura,
la de abajo retrocede.

Baila que baila en el río,
estrella con cascabeles.
La noche se va a la cueva.
Por la mar el día viene.

Entre canastos y hambres
y caminos y lebreles
la gitanilla Dolores,
pizca de sal ojialegre
con embrujo de estrellita,
crece y baila, baila y crece,
repica las castañuelas
y sueña cuando no duerme.
El monte le ofrece hinojo
y nenúfares la fuente,
y pendientes el cerezo
y la mañana claveles.
Y a la mañana y al monte
y al cerezo y a la fuente
Dolores vuelve sonrisas
de labios que ya se encienden.
Mas, catorce años sólo,
nadie un caballo le ofrece.

Baila que baila en el río,
estrella con cascabeles.
La noche se va a la cueva.
Por la mar el día viene.

Dolores, canela y clavo,
quince abriles plenos siente
reventarle en su garganta,
en sus uñas y en sus dientes,
en sus formas no de herrero,
en su andar no de cadete.
Ya gitanos de cien soles,
cien flores y cien billetes,
cautivados por su embrujo
caballo y querer le ofrecen.
Pero Dolores rehusa
porque el caballo que quiere
es un caballo con alas,
rayo de viento y de nieve
que al lucero de la tarde,
el primero que aparece,
a horcajadas en su lomo
un atardecer la lleve.
Y el caballo que ella sueña
los gitanos no lo tienen.

Baila que baila en el río,
estrella con cascabeles.
La noche se va a la cueva.
Por la mar el día viene.

Dolores, sal y pimienta,
dieciséis mayos ardientes,
un atardecer de mirlos,
de chopos, ranas y césped,
caldea el río nadando
oculta a medias del puente
donde vio la luz primera
y a donde el hado la vuelve.
Sueña que sueña el caballo,
rayo de viento y de nieve
que al lucero de sus penas,
el primero que aparece,
la lleve para bailarle
como baila cuando quiere.
El viejo genio del río
del todo rejuvenece
y enajenado y celoso
en caballo se convierte.
Caballo de nieve y viento
con alas de viento y nieve.
Dolores ya no se viste,
Dolores ya no se siente,
Dolores cabalga airosa,
Dolores, que se estremece.
Pero en decisivo instante
de la carrera celeste
hacia el lucero gallardo
que asoma por occidente,
todo gloria, todo anhelo
el caballo se revuelve
y, loco, se lanza al río
con su soberbio jinete.

Las náyades miran miran,
las náyades y los peces,
cómo al palacio de nácar
que bajo las aguas tiene,
el genio, joven, se lleva
a Dolores para siempre.

Baila que baila en el río,
estrella con cascabeles.
La noche se va a la cueva.
Por la mar el día viene.