Prologazo (aunque venido a menos)

 

La "GRAN ENCICLOPEDIA ARAGONESA" (con exageración quizá, y, sin quizá, con errores y omisiones, una de éstas hasta de cierto bulto) ha convertido a Pablo Recio en escritor. Ella sabrá. Yo, que le conozco, por escribidor he de tenerle, y no se me enoje ya que, a mi vez, también exagero yo un poco. Nuestra confianza que me lo permite.

Bien, pues a Pablo Recio le dio últimamente (Dios nos proteja y a él le perdone) por cargar con coplas y más coplas su más bien liviana alforja literaria, entretenimiento -dice él- para no desaprovechar instantes ocasionales que no pueden dar para cosa de entidad mayor. (Para por ejemplo -digo yo- perpetrar todo un "Diluvio en los infiernos", ingente monumento literario que, por su cortedad -no precisamente la del monumento- y para bien de las humanas letras, es de desear que nunca ose culminar él).

Y es que las coplas son composicioncillas breves y no pretenciosas (ni siquiera titulación requieren) pintiparadas para su despacho en un par de minutos o así. Sólo cuatro octosílabos y a otra cosa, a otros cuatro, si caben. Ligera cosa una copla. Pero, eso sí,capaz ella de contener en sus cuatro versos tanta enjundia -o "desjundia", según- como algunas otras composiciones de entidad mayor, requirentes de tiempo asimismo mayor y de mayor "forcejeo" también.

¿Inspiración? Pues, igual que en todo, puede tanto ser rica como puede ser pobre ("pobre ¡pero honrada!", como dijo aquélla). Una dará coplas meritorias, otra las dará humildes y sencillas, aunque todas unas y otras dignas de ser cantadas -dignas de ser escuchadas- por quien tenga -por quienes tengan- capacidad y sensibilidad no insuficientes. No toscas y mezquinas. Ellas harán brotar ya una sonrisa ya una lágrima. Ya un guiño ya un silencio. Sí, un silencio, un elocuente silencio...

Pero, bien, no divaguemos y vayamos a las coplas estas de Pablo Recio.

Digamos de ellas que las hay más y menos malas (perdón, Pablo Recio, ¡menos y más logradas!), que las hay para variados gustos -y disgustos-, que las hay con asomos a edades desde casi la de la piedra tallada ("Pasaron ya por fortuna / los tiempos de las pedradas / ...") hasta esta de la navegación espacial ("A la feria de Saturno / a vender las vitaminas / va Perico en su cohete / ..."). Cuáles son disparatadas, cuáles truculentas, cuáles "filosoflacas" -valga el flaco neologismo-. De todo hay en ellas, o de casi todo. Y de lo que no, hágasele saber, que a lo mejor ¿a lo mejor? vuelve él a la "carga" y segrega algunos centenares más. (Aunque, bien mirado, quizá valiera más no tentarle pues ya tenemos bastantes y hasta sobrantes con éstas aquí agavilladas).

Absurdas, desenfadadas, irónicas unas, otras evocan sentimentales estampas, sobre todo rurales, de la vida y costumbres de pasados tiempos que, no a los jóvenes pero sí a quienes ya no lo son, les despertarán fugaces añoranzas en cualquier caso de positivos efectos como Pablo Recio parece haber entendido -si es que, en el tris, pudo él pararse a entender-.

Carecen algunas de sustancia ("Doce meses tiene un año / ..."}, muchas carecen de intención ("Cuando el noble labrador / arranca al sol rayos vivos / ...") y otras las tienen en proporción escasa ("Oliva la verde oliva / ..."}. Pero también las hay con sustancia no escasa ("Sin ser sabio he descubierto / cómo el tiempo es relativo / ...") y con intención precisa ("Si me caso y tengo hijos / ha de ser con condición / ...").

Incisivas, y no poco, las hay también ("Saludemos al gobierno / con ánimo esperanzado / ..."), y en no pocas asoma una cierta tendencia de Pablo Recio a verter sus frustraciones -dicho sea esto muy confidencialmente- ("Igual que el viejo molino / empiezo a encontrarme yo / ...") Asimismo, en otras ("Cuando a mi pueblo regreso / ..."), se aprecia su amor acendrado a todo aquello que, de niño, le enseñaron a querer sus padres (entonces no suplidos por nada semejante a este disparate de "tele" que los va supliendo hoy) y su maestro (entendido entonces como a la vez educador).

Señalemos, en fin, como alegres y festivas aquellas otras ("Años mozos", "Salpimentadas", "Suegrerlas", etc.) capaces de provocar el alborozo, el guiño, la sonrisa, sobre todo en ocasión de andar de ronda la gente moza (arrinconada costumbre por cuyo remozamiento Pablo Recio y yo también, hacemos fervientes aunque ¡ay! poco esperanzados votos). A qué seguir.

Cerremos, pues, diciendo que todas estas coplas no dejan de armar un variopinto surtido capaz de entretener -ya que no de apasionar, claro- y en el que el coplero se nos "destapa" a chorros, gasto de sinceridad que, al menos, debe reconocérsele. ¡Cuántos no lo tienen, servidor mismo sin ir más lejos! Lo malo es que... es que... bueno ¡lo malo es que no nos quiere llover!

Bien, pues, necesitado el flamante escritor de un prólogo para sus "500 Y MAS COPLAS...", no dudó en llegarse a mí -como en otra ocasión inmemorable (l)- y rogarme que se lo escribiera yo. ¡Yo... pobre de mí! ¡Nada, la suerte menguada que siempre le acompañó a uno!

Pero otra vez decidí no defraudarle. Puse manos a la obra...

Novecientas once densas páginas llevaba ya escritas ¡novecientas once! con tan altruista propósito cuando ¡helas! (esto asi, en francés, que, aunque muy cursi, diz que queda tan bien) ¡hélas! se me extraviaron todas. ¡Todas se me extraviaron (2)! con lo que, véase por dónde, el sufrido contribuyente habrá de resignarse a desconocer aquí la vida y milagros (vulgar vida, por eso, y vulgares milagros) y la sospechosa crítica de la profunda superficialidad del pensamiento y de la obra de mi escribidor quien seguidamente pasa a incordiar, bien sea de decir, antes, que con el tal extravío algo muy de estimar ha obtenido ya, de entrada, el susodicho contribuyente el cual, de bien considerarlo, habría de agradecérmelo sin duda. Con duda, por contra, en cuanto a que haya de agradecer a él, a Pablo Recio, el contenido de la presente obraza en el supuesto de que se decidiera, el resusodicho contribuyente, a ponérsela ante sus quizás inicialmente buenas intenciones. Que bien podría ser que no, sobre todo de tener a mano una buena estufa y a trasmano escasa provisión de leña seca. Todo lo cual mi estricta conciencia me exige advertir para que nadie pueda con razón llamarse después a engaño.

Y nada más. Para qué.

Bueno, sí. Mis insinceras disculpas por mi complicidad en la presente asonantada fechoría.

 

 

Cleto J. Torrodellas Mur

 

(1) Pablo Recio, "HORAS SUELTAS".

(2) Estas presentes han sido redactadas de urgencia tras el no inesperado percance del extravío.