Remordimiento

 
 

  —Güenos días, mosen.
  —¡Hola! Buenos días.
¿A qué debo, Francho,
tan grata visita?
  —Pos que... mire, mosen:
desde fa prous días
tiengo la concencia
no guaire tranquila.
  —No me extraña, Francho.
Algo me temía
porque ¡¡tres domingos!!
has faltado a misa.
  —Sí...; y al no dormí
to lo que querría...
pos... qu'en esta cesta
traigo una gallina
que viengo a'ntregale...
perqué no é ben mía.
  —¿Porque no es bien tuya?
¡A ver si te explicas!
  —Creigo qu'espllicalo
no é cosa sencilla...
La gallina en casa
ha'stáu trenta días,
con güen apetito
y güena comida.
Pero... la concencia...
que diba usté un día...
Mosen ¡qué sermón!...
¡pocos s'adormiban!...
San Valero eba...
No, no se m'olvida...
  —¡Vamos, Francho! ¡al grano!
  —¡Ah! sí... Pos... le diba...
como no ha poníu
en los trenta días,
pa yo que ya tiengo
parte en la gallina.
  —¡...!
  —Pero... yo le'n traigo,
parte suya y mía,
y a vé si así duermo
corn'antes dormiba.
  —¡Oye, oye, Francho!
¿Cómo la gallina,
si mal no he entendido,
es "en parte" mía?
  —Pos... mire usté, mosen;
le'n diré enseguida:
Aquella rabosa
que va pasá un día...
Va'spantá, ya sabe,
ni sé las gallinas.
Van faltane prous,
y... ¿quí lo diría?...
desd'aquella fecha
tiengo pesadillas.
U, ya, ni m'aduermo.
¡Santa Inés bendita!
¿cómo resistilo?...
  —¡¡...!!
  —¡Tienga! ¡la gallina!
  —¡...!
  —Mosen: feiga'stame
un mes de rodillas;
pero... ¡ixa manera
de mirá, tan fija!...
  —¡¡...!!
  —La concencia..., cllaro...
No, si... yo ya diba...
¿Me comprende, mosen?
  —¡¡Y me maravilla!!
  —¡...!
  —¡Francho del demonio!
¡Francho! ¡qué partida!
  —¡Mosen!...
  —¡Calla, Francho!
¡Calla!... porque habría
yo de... (¡¡Jesús!!) ¡Reza
diez avemarias!
(Yo rezaré veinte.
¡Jesús y María!
¡qué malos deseos,
Satanás, excitas!)...
  Y queda tranquilo.
¡Este es un gran día!
¡Tu gesto ha borrado
tu mucha malicia!
  Tres no aparecieron,
me dijo la Rita,
y ella ya las daba
las tres por perdidas.
  Así pues, te absuelvo.
¡Venga la gallina!
¡y a ver si el domingo
vuelvo a verte en misa!
  No mires al suelo.
Levanta esa vista,
que estoy por decirte
que me extrañaría
si, dado este paso,
no duermes tres días.
  —¿Tres días enteros?
Brenca mal me iría.
  Muchas gracias, mosen,
y muy güenos días.
  —Buenos días, Francho;
que Dios te bendiga.

  —¡Ah! y si no dormise...
pos... ya pensaría
en quizás trayele
otras dos gallinas.
  —¡¡¡¡......!!!!